lunes, 12 de febrero de 2018

Tu voz me hace sentir augusto

Augusto es un cantante venezolano muy peculiar para mí. Digamos que en la escala de canto de 0 a Raphael (y menciono a Raphael porque lo escuché cantar sin micrófono en el estadio nacional y su voz era increíble), Augusto está en un honorable 4. 
Su voz no es un prodigio musical y él es consciente de ello, pero tiene algo, y digo algo porque es difícil describir lo que provoca en mí. Lo escucho y se me hace familiar y cercana su voz, como si me estuviera cantando alguien muy querido. Su voz me energiza y junto a la mezcla de sonido tropical me hace sentir tan feliz que me pongo a bailar. Entonces pienso en si quizás no es su voz y solo es la buena mezcla de sonidos en las canciones, y NO. Si reemplazo su voz por la de otro cantante no crearía esa misma sensación en mí, ya lo intenté y he fracasado. Es su voz y fin del cuento. 
A partir de este descubrimiento me he vuelto adicta a su voz, a sus canciones y mayormente a la sensación de felicidad que me produce. Es como una droga, ¿quiero sentirme feliz por un lapso largo de tiempo? Acudo a las canciones que él canta, me divierto, me siento feliz, bailo y canto con él, aunque él ni se entere.
Son tantas las veces que lo he escuchado que ya no solo lo siento cercano, sino que nace la necesidad de que esa cercanía sea real. Quiero buscarlo y decirle que quiero que seamos amigos porque su música me hace feliz, y su voz se me hace tan familiar que me siento en una total confianza de cortarle mis cosas si lo veo. He imaginado muchas veces escenas en las que morimos de risa por alguna broma cotidiana, o que yo lo imito cantar y él se burla de mi.
Decidí buscarlo en redes sociales y seguirlo, ver como es fuera de la música, en su vida cotidiana, quizás en esa búsqueda se derrumba mi amistad platónica que tengo en mente. Y no, de nuevo me equivoco. Veo esos segundos de vida que él muestra en video o fotos y me engancho más. Su risa me da risa, si juntáramos nuestras risas sería una ola interminable de risas porque me daría risa su risa y a él le daría risa mi risa. 
¡Es mas divertido de lo que imaginé! Es rebelde, seguro de lo que piensa y va contra aquellos que defienden a ese Chavismo que destruyó su hermosa Venezuela; le encanta la salsa clásica; está muy agradecido con la tierra que lo acogió cuando se marchó de su país moribundo para alcanzar sus sueños junto a su banda; tiene un perro con un nombre extraño que ama como a su hijo; creo que se ha mudado varias veces en un año; tiene esa sonrisa radiante de todo ser que ha sido bañado por el sol caribeño; y debo decir que me hace acordar a Salserín cuando baila. Mis ganas de ser su amiga siguen en pie más fuertes que nunca.
Empecé a comentar de vez en cuando los pedacitos de vida que compartía, y muchas veces me respondía en monosílabos; lo cual para mí esas respuestas significaban "tú también me agradas, seamos amigos", y me animaba a seguir escribiéndole. Ahora le escribía más seguido y con una confianza que sobrepasaba el entendimiento. Mis tonos escritos ya no eran comúnmente amistosos sino algo sarcásticos, como si le bromeara a un amigo, pero… un momento, ¡Augusto no era mi amigo! Es ahí donde me impactó la realidad. Me di cuenta que ya no me respondía, ni si quiera con un monosílabo, solo tenía un ojito pequeñito de consuelo que me indicaba que leía lo que escribía pero no me respondía. Me sentí muy triste y estúpida. Me dio vergüenza de mi misma, quizás llegué a un punto en el cual hice sentir incómodo a Augusto por mi excesiva confianza. Es más, no me sorprendería que me estuviera considerando como la fan loca que nunca para de escribirle. 
¿A que punto llegué a comportarme como una fan adolescente que no entiende razones y fantasea con la idea de tener cerca de su artista favorito? Yo misma puedo responder esa pregunta, ese punto se llama "alcanzar la felicidad". Ahorita a mis 28 años, no soy tan feliz como debería de serlo. Sólo yo misma soy consciente de todo el esfuerzo que hago para mantenerme en pie a pesar de muchos factores que hacen que no me sienta bien. Eso es vivir, continuar nadando contra la corriente, y en ese nado la música es el impulso que hace que esta travesía no sea tan difícil. Ahí está nuestro lazo, Augusto, la música. Así como la música te sostiene en el dolor de dejar a tu país y verlo desde lejos caerse a pedazos; a mí tu música me hace sentir feliz en momentos difíciles. Quizás en mi deseo de ser más feliz nació la idea tonta de tenerte como amigo, y fueron tantas las ganas de felicidad que me desbordé yo misma. Discúlpame, así esto haya pasado solo por mi mente e ignores completamente todo este drama mexicano. Si la conspiración del universo logra alinear a los planetas, eclipsar la luna roja y volvernos amigos en un futuro, quedará este antecedente para burlarme de mi misma. Y si es que nunca jamás en la vida ningún lazo nos une, estaré muy feliz de ir a tu concierto, saltar, bailar como loca, mirarte y decir en mi mente “estoy feliz”. Gracias. Sigue cantando y haciendo música, que tu voz me hace sentir augusto.
                                                                   N.H

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